Cristales que conforman y definen a una metrópoli: Vitrales de la Ciudad de México

La edición número 94 de Artes de México se titula Vitrales de la Ciudad de México, se compone de siete textos de diversos autores que nos permiten explorar el vitral desde sus inicios.
Por Andrea Villa (estudiante universitaria de Gestión Cultural)
Ciudad de México.- Siempre me ha fascinado el poder que tiene la luz para embellecer y adornar espacios, de modificar la temperatura, los colores y las figuras con las sombras. A través del arte, los seres humanos tienen el dominio para modificar la luz natural, para poder adornar la arquitectura y los espacios que habitan. Hablo nada más y nada menos que del arte vitral y de su capacidad de contar historias en edificios, como murales translúcidos, mientras transforman el espacio al fundir los colores de la luz filtrada a través de los pedacitos de vidrio que lo conforman.
Nunca deja de ser maravilloso poder estar frente a un vitral que está siendo tocado por la luz: recorrer los pasillos del Castillo de Chapultepec cuando el sol atraviesa sus vitrales y poder ver tu piel teñirse con luz de distintos matices es una experiencia mágica, casi onírica. Como cita Margarita de Orellana, en su texto La ciudad translúcida, a José María González de Mendoza: la experiencia frente al vitral puede traducirse al acto de “bañarse en agua lustral”.

A pesar de ser un arte aplicado tan cautivante, conozco pocos textos que hablen a profundidad al respecto. Es por esto que la edición número 94 de la revista-libro de Artes de México cautivó mi atención desde su título: Vitrales de la Ciudad de México y me fascinó con sus preciosas fotografías y atractivas investigaciones. La revista se compone de siete textos de diversos autores que nos permiten explorar el vitral desde sus inicios y cada pedacito de cristal que lo conforma, para llegar a ser esa majestuosa pieza que adorna edificios alrededor del mundo.
En particular, Marianne Chauvin, nos transporta por un viaje de espacio y tiempo, por distintos lugares de la Ciudad de México, llevándonos de la mano desde 1899 en el Colegio de San Ildefonso en el Centro Histórico hasta 1993, al Papalote Museo del Niño, en Chapultepec; recorriendo, además, colonias como la Doctores, Del Valle o Coyoacán, entre otras, en las que podemos apreciar arte en la cotidianidad.

Este paseo escrito viene acompañado de otros textos sumamente interesantes; otro que destaco es el de Rafael Vargas, Vidrios sueltos para armar un vitral que, tal como dice el título, está construido por varios párrafos sueltos. En uno de estos, menciona que el pintor mexicano Rufino Tamayo también realizó un vitral llamado El universo, el cual se encuentra en el Planetario Alfa. Este pequeño fragmento de la revista despertó mi curiosidad y me hizo buscar el vitral, compuesto por distintos tonos de azules y verdes que engalanan el edificio. Es una gran adición saber que un artista moderno tan importante para la cultura mexicana también se desarrolló en esta disciplina.
Leer esta bella revista de la editorial Artes de México me llevó a pensar en la Ciudad de México como un vitral de 1 mil 485 metros cuadrados, hecha de miles de pedazos de cristal que cuentan millones de historias, por el cuál atraviesa la luz con matices de preciosos colores, la piedra negra que da estructura pero también sombra y oscuridad en algunas partes. Un vitral que cuenta miles de historias a lo largo de los años. Una ciudad con arte en cada esquina.